Père Émilien Tardif
Padre Emiliano Tardif

Viajero de Dios

La experiencia contemporánea del padre Tardif ( I)

 

Inicio No. 745 (18 de octubre de 2009


El Observador de la actualidad Periodismo Catolico

«Los que temen a los prodigios del Señor le están teniendo miedo al Señor de los prodigios»

Pa dre Emiliano Tardif

Emiliano Tardif (1928 - 1999) fue un sacerdote de la congregación de los Misioneros del Sagrado Corazón, enviado a República Dominicana. En 1973, después de 16 años de trabajo pastoral en esa nación, enfermó de tuberculosis. Lo que siguió cambió su vida para siempre: se convirtió en testigo del amor de Dios en innumerables ciudades del orbe. Y donde él oraba los enfermos se sanaban y las conversiones se sucedían. Lo siguiente ha sido extractado de su libro «Jesús está vivo».

Liibro de padre Emiliano Tardif y José H.Padro

«Los médicos me hicieron análisis muy detenidos, detectándome tuberculosis pulmonar aguda. Al ver que estaba tan enfermo, decidí volver a mi país, Canadá». Ahí «me internaron en un centro médico especializado».Un día recibió una inesperada visita: cinco seglares de un grupo de oración de la Renovación Carismática. «En República Dominicana me había burlado mucho de la Renocación Carismática, y ahora ellos venían a orar desinteresadamente por mí». «Ellos me dijeron muy convencidos: ‘Vamos a hacer lo que dice el Evangelio: Impondrán las manos sobre los enfermos y éstos quedarán sanos’. Durante la oración yo sentí un fuerte calor en mis pulmones. A los tres ocuatro días me sentía perfectamente bien, pero los médicos me obligaron a pasar un mes en el hospital buscando por todos lados la tuberculosis que se les había escapado».

 

El testimonio de su curación

 

Luego volvió a República Domincana. Lo asignaron a una parroquia en la ciudad de Nagua. El padre Emiliano invitó a unas cuarenta personas para darles el testimonio de su curación, y en esa reunión «invité a los enfermos a pasar al frente para orar por ellos. Para mi sorpresa, había más gente en el grupo de enfermos que entre los sanos. Esa noche al Señor se le ocurrió sanar a dos de ellos. La asamblea estalló en gran alegría y los sanados daban testimonio por todas partes. Así, humildemente, comenzó una historia que no nos imaginábamos fuera tan maravillosa. Cada semana el Señor sanaba enfermos. La gente venía en gran número. Ante las curaciones y prodigios estallaba el gozo y contaba a todo el mundo lo que pasaba. A raíz de estas reuniones algunos sacerdotes comenzaron a decir sarcásticamente: ‘El padre Emiliano se sanó de tuberculosis pero se enfermó de la cabeza’». 

En junio de 1974 el padre Emiliano fue enviado a un pueblo llamado Pimentel para suplir al párroco, que se iba de vacaciones. El padre Emiliano le pidió permiso para hacer un grupo de oración, y ésta fue la resupuesta: «‘Está bien, haz el grupo, pero sin carismas’. ‘Bueno —le contesté—, los carismas no los doy yo. Eso viene del Espíritu Santo. Si Él quiere dar carismas a tu gente, ¿qué puedo hacer yo?’».««Durante las Misas del primer domingo invité a la gente para una conferencia prometiéndoles contar el testimonio de mi curación. Asistieron unas 200 personas. Pero esa gente tenía tanta fe que en la noche llevaron a un paralítico en una camilla. Se le había roto la columna vertebral y no había vuelto a caminar desde hacía cinco años y medio. Oramos por él... El hombre comenzó a sudar abundantemente y a temblar. Recordé que, cuando el Señor me sanó, yo también sentí mucho calor. Así que le ordené: ‘¡Levántate en el nombre de Jesús!’. Se levantó y comenzó a andar lentamente. Llegó hasta el Sagrario y, llorando, daba gracias a Dios».«El siguiente miércoles llegaron más de tres mil personas. Entonces realizamos la reunión en la calle porque no cabíamos en el templo». La tercera semana «nos fuimos al parque. Esa noche había más de siete mil personas. Celebramos la Misa y de nuevo el Señor comenzó a sanar enfermos. Era algo casi exagerado. Él no tiene límites en su poder ni en su amor».
 

La Palabra de salvacion
 

En la cuarta reunión «llegaban autobuses y camionetas con gente de todo el país. Esa tarde había unas 20 mil personas en oración. Por tanta gente, nos tuvimos que subir al techo, donde colocamos el altar y las bocinas. Hubo derroche de milagros y prodigios. Vimos de todo. Era vivir a todo color, en vivo y en directo, lo que cuenta el Evangelio».Para la quinta reunión había 42 mil personas. «La gente aumentó tanto por la simple razón de que el Señor Jesús no ha cambiado todavía su manera de trabajo. Mientras nosotros buscamos métodos pastorales más eficaces y acordes con nuestro tiempo, el Señor continúa con el suyo: Él recorría la Galilea sanando a los enfermos; entonces las multitudes lo seguían y Él les predicaba la Palabra de salvación (Cfr. Lc 6, 17-23). Hoy sigue haciendo lo mismo: sana a los enfermos, la gente se reúne por miles y nosotros proclamamos el reino de Dios. Es sencillamente el Evangelio que se repite».

«No debemos temer las grandes multitudes. El Señor nos las manda para que les proclamemos su Palabra de salvación. Los que temen a los prodigios del Señor le están teniendo miedo al Señor de los prodigios. Algunos se admiran de que el Señor responda tan pronto a las oraciones. Yo les digo que lo asombrso sería que Él, siendo tan bueno, no respondiera. ‘Antes que me llamen, Yo responderé; aún estarán hablando y Yo les escucharé’ (Is 65, 25).   llegó el tiempo de que el padre Emiliano Tardif dejara aquel pueblo «para que la gente tuviera fija la vista en Jesús y no en hombre alguno». Pero el país seguía convulsionado por lo acontecido en Pimentel. «El secretario de Salud me acusó por televisión de abusar de la ignorancia del pueblo, haciéndole creer que sanaba. Hubo muchos ataques. Unos que se decían psicólogos vinieron a decirme que era natural y que no había nada de milagroso en que sucedieran tales curaciones; que todo era debido al contagio de masas y a la histeria colectiva. Siplemente les contesté que entonces me parecía una gran injusticia que, sabiendo tanto de esto, ellos no organizaran reuniones cada tarde para curar a todos los enfermos del país».

«Un grupo del clero pidió que mi Provincial me sacara del país porque con esas tonterías yo iba a destruir la estructura de la pastoral. Yo les contesté que Jesús no había venido a salvar estructuras pastorales sino a salvar a su pueblo y que eso era lo único que Él estaba haciendo». «Un sacerdote me decía que estábamos exagerando y que era necesario ir más despacio. Su argumento era así: ‘Si tú me hablaras de dos otres curaciones, tal vez yo podría creer. Pero ustedes los carismáticos están locos, hablan de tantos milagros...’. ‘Es que tú no conoces realmente a Jesús —le dije’. ‘Sí —me contestó—, pero en el santuario de Lourdes tienen un centro médico donde estudian las curaciones y dicen que hay muy pocas curaciones milagrosas. En cambio ustedes...’. ‘Pero —yo le contesté— el criterio de nuestra fe no es el centro médico de Lourdes, sino el Evangelio, y éste habla de tantos milagros...’».

Tantos milagros

Al poco tiempo «el Señor me hizo recapacitar y darme cuenta de que no debía defenderme de los ataques, como Él tampoco se defendió de quienes lo acusaban». Ahora «yo simplemente predico y oro mientras que Jesús sana a los enfermos. Así hemos hecho el equipo de trabajo y nos acoplamos bien». «Quienes piensan que las curaciones son algo superficial o accidental en el ministerio de Jesús están completamente equivocados. Quienes creen que las curaciones salen sobrando hoy en día y que lo esencial es anunciar el Evangelio están olvidando el método pastoral de Jesús. Nosotros planeamos y buscamos mil formas para atraer a la gente que cada vez viene menos a la iglesia. Organizamos fiestas, conciertos, convivencias, etcétera, y los resultado son muy pobres. Jesús sanaba a los enfermos y la gente venía en tropel. Hoy sucede lo mismo: cuando Jesús sana a los enfermos se reúnen multitudes, y ahí les anunciamos el Reino de Dios. Las consecuencias son mucho más grandes que las simples curaciones físicas. Que nadie olvide el objetivo de estos signos milagrosos de Jesús: son un testimonio para despertar la fe de los que no creen y para fortificar la fe de los creyentes».

P. Emiliano Tardif

 

 

 

 

 

Programmation: Patrick Allaire, ptre
Cartes de souhaits